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Todo lo que sube baja, todo lo que muere revive.

  Todo lo que sube baja, todo lo que muere revive.   Una palada más sobre su rostro. Jacinto, el enterrador,   la miraba de nuevo. Acostumbrado estaba a su presencia. Verla salir y regresar ya era un hábito suyo.     ¡Pobre muchachita!, tener que revivir para morir, una muerte u otra, todas tan espectaculares y llamativas.   ¡Mujer asesinada en un convento! ¡Encuentran a mujer en baldío! ¡Asesino serial termina con su última víctima! Notas rojas por doquier. Antes se asustaba, ahora todo era tan normal.   Recordaba la primera vez que la había visto salir. Con sus manos blancas atravesando la tierra. Aquel día pegó un brinco y corrió a la capilla de la iglesia.   Rezó tantas “aves marías” como pudo y conjuró a todos los santos que conocía.   Bianca, como había puesto a la muchacha, lo ignoró. Caminó desnuda por entre los pasillos, su rostro no mostraba expresión alguna, tenía los ojos fijos en la nada y los labios apretados.   Cuando el miedo se le pasó al enterr

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